Misión de los consagrados de la Diócesis en Pocho

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Religiosas, monjas, sacerdotes y otros miembros de la Vida consagrada que viven en el territorio diocesano se reunieron en Villa de Pocho para realizar una experiencia misionera en el marco de la novena patronal de esa localidad. En un momento los visitó monseñor Ricardo y presidió la Misa. Nos comparten una crónica de esos días de encuentro.

Se ha insistido mucho que el caminar diocesano esté marcado por un sentido de “sinodalidad”. Respondiendo a esta invitación, como fruto del Encuentro en Villa de Pocho, al cierre del Año Jubilar Diocesano, y en el marco de la Novena en honor a la Inmaculada Concepción, en esa localidad, los Consagrados nos “aventuramos” a esta “cultura del encuentro”, y fuimos a compartir un breve tiempo de Misión, con la gente…”con el gusto de ser pueblo”…para “compartir la alegría del Evangelio.”

   Compartir un tiempo de Misión significó:

… dejar nuestros lugares y actividades, acomodar agendas y acordar modos; siempre con la mirada y el corazón puestos en “llegar a los más alejados, de la forma más sencilla, dejándonos “misionar” por los demás” En una palabra: “salir”, de lo cotidiano, de lo conocido, y hasta de lo agendado, para “detenernos, escuchar, compartir, celebrar…llevar y recibir a Dios”. En una localidad pequeña, con vida propia, con la fe arraigada de nuestros mayores, pero alejada de centros urbanos y posibilidades económicas, laborales y sociales.  

…encontrarnos y compartir de una manera cercana entre nosotros, Consagrados, conociéndonos, rezando juntos, y así favorecer una “cultura del encuentro” entre distintos carismas, en la alegría, la risa, los mates, los modos comunitarios, las historias de vocación, el servicio, el decidir juntos y ponernos en camino, en “presencia y Nombre de Dios”.  

  La “sinodalidad” no es solamente una palabra “de moda” para pronunciar de vez en cuando en algún guion de misa, en alguna homilía, o en un “evento” diocesano/parroquial…la invitación es a “vivir y compartir” la sinodalidad, en gestos y palabras concretos, en dejar que “atraviese” toda nuestra vida cristiana: en el encuentro cotidiano con otros, en la oración, en las decisiones que tomamos juntos, en el salir para responder a las necesidades, en la fe, la esperanza y la caridad. Como Iglesia que peregrina en estas tierras de Brochero, tenemos que seguir aprendiendo esto de la “sinodalidad”…cosa que Brochero vivió mucho antes que se conociera la palabra. Porque significa hacer presente el propio Evangelio. “A la manera de Jesús, con el talante de Jesús”

   Los Consagrados hemos ido dando pequeños pasos en nuestras propias comunidades, uniéndonos en estos días de misión, de manera particular.

   Decíamos “detenernos y escuchar”, “compartir y celebrar”; verbos que se hicieron camino y desafío. Porque en un tiempo de ruidos, corridas, porque ya termina el año, de incertidumbres, de cansancio…nos es necesario “detenernos” para saborear lo sencillo, lo imperceptible, lo cotidiano; y “escuchar”, despejando ruidos, miedos, preocupaciones…para ir al encuentro del otro y “escuchar” lo que nos dice, nos cuenta, y también lo que no nos dice pero transmite en su mirada, gestos y silencios. Villa de Pocho tiene esta idiosincrasia de pueblo y ruralidad, de silencio marcado por los caminos polvorientos y el trabajo de campo, de fe recibida y que permanece, como “modo popular de encuentro con Dios, y la Madre que cuida de cada uno de sus hijos”. Y así “compartir” el pan recién horneado, los deseos de mejores condiciones de vida, y de una Iglesia más participativa, el amor por la tierra, la alegría por los hijos que vienen de visita, el dolor por la enfermedad y el alivio de la sanación, las tristezas por la sequía, y la mirada puesta en Dios que “nunca abandona a su pueblo”

“Celebrar” porque en este tiempo de Adviento, el Padre vuelve a decirnos que renovemos la esperanza, y preparemos el corazón, la casa, la familia, la comunidad: “Dios mismo viene a salvarnos”. “Celebrar” porque nos reconocemos hermanos en el camino, porque nos encontramos, porque cada uno es una pequeña luz para los demás. “Celebrar” porque la Fiesta y la Alegría no pueden faltar en el corazón de los pueblos, le da fortaleza y ánimo…es el mismo soplo del Espíritu Santo “que hace nuevas todas las cosas”.

   Detenernos y escuchar, compartir y celebrar”: camino de aprendizaje en estos días de Misión; regalo y gracia de Dios. De la mano de María: Hija del pueblo, Madre de Dios, “disponemos el corazón” para responder a otros desafíos por los caminos diocesanos, como José Gabriel Brochero, a las puertas del “Jubileo de la Esperanza”, desde los distintos carismas y con “sabor a Evangelio”.

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