La situación generada por los incendios forestales en la Provincia es preocupante. En la Diócesis el Obispo convocó a rezar pidiendo la intercesión de la Virgen del Rosario por los que sufren las consecuencias de esta catástrofe. Monseñor Araya presidió la eucaristía en San Esteban.
En esta época del año casi toda la Provincia de Córdoba se encuentra en un alto riesgo de incendios debido a la falta de lluvias y los vientos. En estos días hemos visto con mucho pesar como el fuego avanzaba en Capilla del Monte, Los Cocos, San Esteban, Dolores, San Marcos Sierras y la Quebrada de la Mermela en Pocho camino a Los Túneles, cercano al Parque Nacional Traslasierra. A estas localidades de la Diócesis se le suman otros focos en otras partes de la Provincia.
Datos satelitales de la Conae muestran el muy alto impacto en superficie afectada en los focos que siguen activos. Sólo el del norte de Punilla suma casi 40 mil hectáreas quemadas y la zona de Chancaní, 3 mil hectáreas de lo mejor que queda del monte nativo. A esto se le suma el daño que sufrieron 21 viviendas, unos 300 evacuados y problemas en las redes eléctricas y en el suministro de agua potable de muchos vecinos. La pérdida de flora y fauna nativa constituye un desastre medioambiental, sumada a la caída de cenizas en varios kilómetros a la redonda.
Esta situación ha movido a los fieles a la oración y gestos de solidaridad con los afectados por los incendios y los bomberos que luchan en el lugar. Monseñor Ricardo convocó a que en todas las comunidades de la Diócesis se rece para que se terminen los incendios y se agrande la compasión entre nosotros. Él mismo presidió la misa en San Esteban, localidad muy afectada por los incendios pero que ya se encuentra controlada. En su homilía destacó: “Venimos a pedir la gracia de arrepentirnos por el daño hecho a la Creación, porque en lugar de cuidarla y cultivarla la hemos dominado según nuestro antojo. Venimos a pedir la gracia de reparar el daño que hemos causado a la tierra; la hermana tierra en la que Dios también a nosotros nos regaló la vida. La sabiduría ancestral de la cultura chuncana -serrana-, no interroga a todos: ¿Qué están haciendo con la Pacha, con la madre tierra? ¿No se dan cuenta que dañándola, se arruinan también ustedes?”.
El Obispo agradecía de que en la Diócesis recemos juntos, aunque geográficamente dispersos, en el día de la Virgen del Rosario de San Nicolás confiando que Jesús se hace presente cuando nos juntamos a rezar. Dijo: “Queremos estar cerca de Dios y de los que sufren en esta Misa y en cada una de nuestras parroquias y capillas; especialmente en nuestras caritas parroquiales. Creemos en Jesús, el Hijo de Dios crucificado y resucitado. Él nos ha prometido estar con nosotros ayudándonos a llevar la cruz, que nosotros fabricamos, todos los días de nuestras vidas. Y desde lo alto de su cruz recordamos que nos dijo y ahora nos repite: ‘hijos, ahí tienen a su Madre´. Por eso venimos, como la gente sencilla de nuestros cerros y quebradas cordobesas, a pedir que la Madre del cielo, la Virgen del Rosario, nos una en el amor fraterno y en respeto por la creación. Que la Virgen nos una en la verdad y en la reparación de los males que hemos causado. Unidos en la verdad y la justicia”.
“Que aprendamos de lo que nos sucede y en adelante no repitamos los mismos errores. Le pedimos por el monte y el agua, por los pájaros y los animales, por el verde y las flores. Y somos conscientes que cuando le pedimos un don, nos hacemos responsables de eso que pedimos. Valoramos el don y nos comprometemos con el don que pedimos con insistencia; como hace quien experimenta que solo no puede. Los dones de Dios se reciben como es debido cuando se cuidan y comparten”, expresó.
El Obispo explicó que una oración bien hecha siempre va unida al trabajo en común e instó a las autoridades civiles a trabajar por el cuidado de la casa común: “Pedimos a Dios que todas las autoridades escuchen a los ciudadanos, que tengan los oídos cerca de los reclamos del pueblo. Que se establezcan modos eficaces de ayuda a quienes han sufrido grandes perdidas ocasionadas por los incendios. Que escuchemos de una vez por todas el grito de la tierra y el clamor de los más pobres. Pedimos que la tierra arrasada por los incendios no sea comercializada, para que unos pocos se enriquezcan en el afán de tener y poder”.