“Comencemos la etapa de la participación” monseñor Araya en la apertura del año jubilar

Share on facebook
Share on whatsapp
Share on email
entrada

El 12 de agosto la Diócesis celebró los 60 años de su creación. Por tal motivo se convocó a un año jubilar que fue inaugurado solemnemente en la Iglesia Catedral Nuestra Señora del Carmen de Cruz del Eje. Fieles de todas las parroquias participaron en un clima de fiesta y acción de gracias.

La Diócesis de Cruz del Eje fue creada por el Papa Pablo VI el 12 de agosto de 1963. En ese mismo acto se nombró como primer obispo a monseñor Enrique Pechuán Marín, que tomó posesión de la Diócesis casi ocho meses después, el 4 de abril de 1964. Recogiendo el apostolado que muchos laicos y sacerdotes habían hecho en estas tierras desde el siglo XVI cuando llegó el Evangelio, el primer Obispo fue acompañando a esta nueva Diócesis a forjar una identidad propia.

Celebrar 60 años de la creación de esta Iglesia particular nos anima a hacer memoria agradecida por tantos hombres y mujeres que trabajaron por el Reino de Dios, transmitiendo la fe en cada una de las comunidades, a veces lejos de los centros urbanos en pequeñas capillas de los numerosos parajes que encontramos en la geografía de nuestra Diócesis. Además de mirar el pasado con gratitud, esta celebración nos impulsa a renovar el llamado de cada uno de los bautizados a ser discípulos misioneros de Jesús, y compartir la alegría del Evangelio con gusto espiritual de ser pueblo.

Las comunidades de la Diócesis se fueron preparando durante los tres domingos anteriores a la apertura del jubileo, ayudados con un documento para guiar una celebración y unos videos de historia de la Iglesia diocesana. El lugar de la convocatoria para celebrar los 60 años, fue la ciudad de Cruz del Eje. La celebración fue precedida por una disertación sobre los jubileos en la Biblia a cargo del padre Oscar Tapia, sacerdote de la Diócesis de Catamarca y licenciado en estudios bíblicos, organizada por el Centro diocesano de formación laical “Pablo VI”. Al final de esta nota se puede descargar el material de la disertación.

Esta instancia de formación bíblica se desarrolló en el Cine Teatro AIDA, que estaba colmado en su capacidad por fieles venidos de todas las parroquias, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, consagradas, personal de prensa -radio, televisión y medios digitales-, autoridades civiles -como el intendente interino de la ciudad- y directivos de todos los colegios diocesanos.

Luego de la charla, los fieles se concentraron en la Plaza 25 de mayo para dar comienzo a la celebración. Allí se presentaron unos signos que representaban la riqueza de la Diócesis. Luego toda la asamblea se dirigió en procesión hacia la Iglesia Catedral. Allí nuestro obispo monseñor Ricardo Araya realizó el gesto de abrir solemnemente las puertas de la Catedral para dar inicio a este tiempo jubilar que tendrá en el trascurso de un año distintos jubileos por grupos etarios, profesiones y ministerios.

HOMILIA COMPLETA DE MONSEÑOR RICARDO ARAYA EN LA APERTURA DEL AÑO JUBILAR 2023

Queridos hermanos y hermanas: Jesús Resucitado entra en la escena, se acerca a los once apóstoles, y les dice: “Yo he recibido todo poder en el cielo y la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20)

Un pedido y una promesa de Jesús hizo posible que la Iglesia fuera encarnándose en la vida y la cultura de diferentes pueblos.

En el libro de bautismo de la Capilla Nuestra Señora del Rosario de Las Palmas (Departamento Pocho) encontramos una antigua anotación:  “El 29 de diciembre de 1765, Yo Dr. José Ignacio de Tejeda, Cura y Vicario de este partido de tras la sierra, bauticé y puse óleo y crisma a Manuel, niño de 5 días de edad, hijo de Manuel Moreno y de Manuela Bazán naturales de este partido, y fueron Padrinos José de Brito y Luisa Montes de Oca

¿Por qué quiere Dios que exista la Iglesia?

Porque Dios nos quiere unidos a Él, y porque nos quiere unidos entre nosotros. La Iglesia está en el mundo para la comunión y la misión.

La Iglesia es una multitud de personas diferentes, unidas por la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que se nos regala en el bautismo. La unión con Dios es a la vez proyecto de unión con todos, porque no hay unión con Él si no hay unión con los demás. La comunión es para la misión.

La Diócesis es una parte de la Iglesia toda con una especial particularidad:  en cada parte, en cada Iglesia particular, está presente toda la Iglesia. En cada Diócesis está presente todo lo que necesitamos para encontrar la salvación.

Cada iglesia particular está metida en el mundo como principio del Reino de Dios, para hacer real y acrecentar la comunión con Dios y entre nosotros.

¿Cuándo nace nuestra Iglesia particular?

Una Iglesia particular nace cuando el obispo, con la colaboración de los presbíteros y diáconos, reúne a los fieles en la celebración de la Eucaristía y los envía a vivir la comunión. Ahí comienza la vida de la Iglesia Diocesana.

Esta comunión que Dios impulsa por mediación de la Iglesia, se edifica progresivamente en una tierra con historia. Entre nosotros, en una tierra con historia de pueblos originarios, de misiones jesuitas, de choque de culturas; con guerras civiles y montoneras de gauchos.

Una tierra con historia de Ejercicios Espirituales; con hombres y mujeres que iban y venían por las Altas Cumbres en nevados inviernos, acompañados por el Santo Cura Brochero.

Una larga historia de comunión y misión animada por una profunda devoción a la Virgen del Carmen, Patrona de la Diócesis. Una devoción mariana con distintos nombres: del Valle, del Tránsito, de la Candelaria, de los Dolores, de Fátima, de Lourdes, de Luján, de la Merced, de la Medalla Milagrosa, del Rosario, de Pompeya, del Perpetuo Socorro, de Schoenstatt, de la Paz, Inmaculada Concepción, Rosa Mística, Stella Marys, María Auxiliadora, y otros muchos más.

Una larga historia que un día vio llegar, agosto de 1963, al primer Obispo de la nueva Diócesis, que por aquel entonces también comprendía lo que hoy es la Prelatura de Deán Funes.

Lo acompañó y esperó mucha gente con gran entusiasmo y las puertas abiertas; con el corazón lleno de expectativas y preguntas.

¿Quiénes estaban? Familias y autoridades, educadores, profesionales, ferroviarios, policías, músicos y artistas, trabajadores, empleados y dirigentes. Y estaban presentes los comunicadores, que a lo largo de los años han llevado imágenes de fe por distintos lugares y han hecho posible que las palabras vuelen a todos los rincones.

¿Por qué celebramos? ¿Qué hemos visto y oído que sea motivo de celebración?

Hemos visto y escuchado a tantas madres y abuelas enseñando a rezar en lo secreto de sus casas; muchas veces con semblante serio, ganándole una y otra vez a la desesperanza o a la simple resignación.

Hemos visto y escuchado a tantos hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos rezando el rosario en novenas y procesión; caminando una y otra vez tras la Cruz de Cristo con velas encendidas en las manos y, sobre los hombros, las benditas imágenes de los Santos Patronos.

Hemos escuchado tantas campanas llamando a misa, dando alguna noticia o despidiendo a un difunto.

Hemos visto a tanta Capilla juntando vecinos, celebrando la Palabra, hablando de problemas y posibles soluciones, compartiendo el mate, el pan y trabajo comunitario y social

Hemos visto crecer las ciudades abiertas a lo nuevo, luchando por no perder la herencia de nuestros valores; forjando progreso y poniendo fe.

Hemos escuchado tantas oraciones pidiendo por niños y adolescentes, por sus padres y familias. Hemos conocido tantas buenas en favor de la minoridad necesitada, de los heridos por la pobreza y el trabajo de Cáritas.

Hemos visto el empeño de los centros educativos y de tantos docentes de alma en escuelas públicas y de gestión privada; educando, formando y acompañando para la vida.

Hemos visto a tantos gauchos trabajando la tierra, cuidando animales; muchas veces con las caras largas, ahogando las penas. Y también los hemos visto acompañar procesiones, con estandartes de fe y tradición; los hemos visto sacarse el sombrero y saludar la Imagen, confiando otra vez en Dios.

Hemos visto que se saluda a la Virgen, que se le cantan versos, que se toca el manto, que se la quiere y venera como hijos a la Madre.

Hemos visto a nuestros santuarios llenarse de peregrinos que rezan, agradecen y piden perdón. Y hemos visto tantas ermitas y grutas a la entrada de las casas y en espacios públicos invitando a la oración.

Hemos escuchado tantas veces: “yo te bautizo“, “yo te perdono“, “hagan esto en memoria mía“; pronunciados por la boca de muchos sacerdotes. Sus nombres están escritos en el cielo.

Hemos visto a tantas parroquias y capillas celebrando el bautismo, enseñando, animando catequesis, con pesebres y vía crucis, abriéndose a lo nuevo, cambiando de párroco y siguiendo el camino, con los nuevos planes, reuniones y asambleas; tantas veces buscando a los pobres, integrando jóvenes, visitando enfermos.

Y hemos visto a los movimientos y a las instituciones, con su propia riqueza, buscando maneras de sumar y aportar.

Hemos visto llegar tantos consagrados y consagradas yendo y viniendo una y mil veces, trabajando y fundando comunidades nuevas. Hemos observado que ellos recuerdan familias y paisajes propios; pero con el corazón y las manos puestas en el arado, sin mirar atrás.

Hemos visto a jóvenes en peregrinaciones, en semanas de estudiantes, participando en campamentos, misionando las casas, contando sus cosas, escuchando ancianos, haciendo planes, sin dejar de aprender.

Y ermitaños, monjes y monjas nos han recordado, con su vida simple, el valor del silencio y la importancia de no perder lo esencial.

Hemos sentido que nos cuidan en horas difíciles, encomendados a Dios y a la Virgen, el personal médico y de enfermería, autoridades, bomberos y fuerzas de seguridad.

Hemos visto llegar tanta gente nueva, abriéndose camino, buscando cobijo, anhelando la paz y trayendo lo suyo.

Y hemos visto y escuchado mucho más.

Sabemos de encuentros y de desencuentros, sabemos de olvidos y de otros momentos.

Somos de esta tierra, orgullosos de la sierra, con las puertas abiertas; agradecidos de los que vienen y cuidan el monte y el agua, de los que respetan la tierra y, con los brazos alzados al cielo, habitan este espacio llenándolo con sus obras buenas.

Hoy hacemos memoria de toda esta gente, pueblo de bautizados y enviados. Son todos como las gotas de un caudaloso arroyo, que bajando de los cerros, va sembrando vida, llevando esperanza sin poder parar; hasta donde solo Dios sabe

Y sembrando Palabra divina y gracia de Dios, acompañando a la gente, van también muchos sacerdotes, diáconos y obispos; peregrinos todos, misioneros todos, pidiendo perdón y levantándose del suelo setenta veces siete.

Y hemos creído que el gran protagonista es el Espíritu Santo que guía y anima a la Iglesia, que da vida y actúa en cada bautizado. 

¿Qué soñamos?

Soñamos ver con los ojos del alma que Cristo vive, sentir que está resucitado en medio de su pueblo. Soñamos con un año con fiesta porque celebramos la fe que cada uno tiene; celebrar como hacen los pobres que se juntan y sostienen en medio del dolor.  Que se escuchen palmas y vivas, que haya música y aplausos. Soñamos que se multiplique y se comparta el pan y la alegría con todos, que se incluya a todos

En estos días, escribiendo algo de la historia de los 60 años, hemos puesto nombre a tres grandes etapas: fundación, consolidación y profundización.

¿Cómo se llamará la etapa que ahora comienza?

Ojalá escribamos, con coraje y paciencia, que la nueva etapa se llama participación. Porque sin participación no será tan cierto que caminamos juntos, y que somos misión.

Participación haciendo la contra a la división, al sálvese quien pueda, al no te metás, al todo está perdido.

Solo así seremos profecía de tiempos mejores, de vida más justa, de más fraternidad. Seremos profecía de encuentro con Cristo y de Iglesia con olor a Evangelio y con gusto espiritual de ser pueblo.

Vayamos juntos, como Brochero en mula, construyendo historia; con la confianza siempre puesta en el Señor, que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Aquí se puede visualizar la celebración de la Misa

Aquí se puede visualizar y descargar el material de la charla del padre Oscar Tapia.

Share on facebook
Facebook
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email

Últimas noticias