“Cristo es el punto de referencia constante del educador cristiano” – Mons. Araya

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toranzo

Hemos comenzado una nueva etapa

El pasado agosto, al cumplir 60 años como Diócesis, hemos iniciado una nueva etapa. En esa oportunidad decía: “la experiencia nos enseña que cuando olvidamos de dónde venimos no sabemos dónde vamos. Y venimos con el coraje de dejar lo que queda atrás y las ganas de lanzarnos hacia adelante (cf. Fil 3, 13)”.

Ahora agradezco poder hablar a docentes y directivos tomando algunos pensamientos de San Juan Pablo II sobre la acción de educar.

Educar es acompañar a “ser” más

Hermanos y hermanas la acción de educar tiene como objetivo fundamental que cada persona “pueda ‘ser’ más, y no sólo que pueda ‘tener’ más (tener más conocimientos, más oportunidades). ¡Ser más! En todo caso, que con lo que se tiene, aprenda a ser más buena persona, más humano.

Los padres y la Iglesia Diocesana confían en ustedes

Deseo pedirles a todos los educadores de las escuelas diocesanas que sean cada día más conscientes y responsables de la misión que los padres les han confiado. Los padres han depositado en ustedes su confianza. La Iglesia Diocesana los llama a ser cooperadores en una de las prioridades pastorales que tiene como Iglesia local: los jóvenes. Formar y acompañar a los jóvenes para que sean constructores de su propia dignidad humana, fundamento de toda vida cristiana.

Con la sabiduría y creatividad de verdaderos los profetas

Esto requiere ofrecer determinados conocimientos, pero con la sabiduría y  la creatividad de los verdaderos profetas; sobre todo en el momento de la catequesis. Conscientes de tener la oportunidad y gracia de educar y formar personas para un tiempo que no será de ustedes, como hacen los padres de familia.

Sobrellevando graves dificultades

Como trabajadores en la escuela ustedes experimentan las graves dificultades de este tiempo. Todos conocemos jóvenes hundidos, amenazados, aplastados por un mundo distinto y complejo, sin escala de valores, con falta de sentido de la vida. Jóvenes superados por la pobreza,  el exceso de informaciones contradictorias, el consumo, los suicidios, la incertidumbre del futuro, la devaluación del amor y la posibilidad de una vida estéril.

Y todo esto tiene que ver con la crisis de la familia y de la escuela.

Jóvenes con ganas de ser respetados y acompañados

Sin embargo, no faltan hoy jóvenes  auténticamente sensibles a los valores espirituales, con capacidad de ser solidarios, con aprecio por lo justo y el cuidado de la tierra y la naturaleza; con ganas de recibir apoyo y ayuda en su proceso de maduración como personas.

Cristo quiere estar de nuevo presente

En este mundo complejo Cristo quiere estar de nuevo presente con toda la fuerza de su amor transformador. Cristo quiere salir al encuentro de los jóvenes,  quiere llegar a los jóvenes con la mediación verdaderos maestros. Esos que saben sacar del corazón de Cristo la opción por los jóvenes y la renovada confianza en ellos.

Para nuestras escuelas el compromiso es urgente

Las preguntas son muchas y difíciles. Cristo es la respuesta al verdadero sentido de la vida.

¿Cómo enriquecer el saber que ofrecemos y construimos?

¿Cómo animar a la acción solidaria? ¿Cómo resucitar una profunda vida de oración?

Opción por Cristo y por los niños, adolescentes y jóvenes

En nuestras escuelas diocesanas busquemos encarnar el Evangelio en cualquier momento y espacio.  Relacionemos y armonicemos: ciencia y sabiduría, cultura y fe, vida y misión.

Un aspecto fundamental de nuestras escuelas diocesanas es y será cada vez con mayor compromiso: acompañar a nuestros chicos y chicas al encuentro con Cristo: Camino, Verdad y Vida.

Cristo es el punto de referencia constante del maestro cristiano. Porque sabe que sólo Jesucristo es la respuesta adecuada y última a la pregunta suprema por el sentido de la vida. Pero no basta decirlo con palabras. Los estudiantes han de percibir que este “sentido” impregna la vida de sus educadores. Así los maestros no sólo transmiten conocimientos, sino que revelan lo que ellos “son” desde la opción fundamental por Cristo, renovada en el día a día;  es decir, viviendo desde lo que la fe les inspira en la vida y en el trabajo.

Ser de Dios y de los jóvenes

Los invito a ser de Dios y de los jóvenes, a formar desde los jóvenes mismos;  esto significa, escucharlos y tener en cuenta siempre su justo punto de vista.

Ese es el campo de su misión ¡Sean misioneros de los jóvenes! ¡Vayan hacia su corazón! Desciendan a su intimidad espiritual, a sus dolores y a sus miedos. Ayuden a descubrir que todo dolor tiene un sentido. Y conociendo los límites propios de los jóvenes, tengan la firme convicción de que si siembran Evangelio al interior del proceso formativo, Cristo puede conducir a nuestros chicos y chicas a la entrega generosa de la vida, para bien de la Iglesia y de la sociedad de la que formamos parte.

Paternidad y maternidad

Finalmente, me gustaría decir, a modo de síntesis, que la verdadera educación es siempre prolongación de la paternidad y la maternidad.

Ojalá siempre se pueda decir que nuestras escuelas prolongaron a la familia o que la escuela supo subsidiar a la familia;  es decir, trató de hacer lo que la familia no supo, o no pudo.

San Juan Pablo II, ruega por nosotros.

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