“Bebiendo de este amor nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocerla dignidad de
cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común.”
N.217 Dilexit nos
Con la convocatoria a toda la vida religiosa de la Diócesis a compartir esta aventura de subir el cerro
Uritorco el día lunes 4 de noviembre, nos encontramos los religiosos que subiríamos al cerro (los
hermanos Capuchinos y algunas monjas del Abba Padre) en la parroquia de Capilla del Monte, San
Antonio de Padua. El párroco Juan Pablo nos guio por donde ingresar al Uritorco y aquí empezamos
a palpar la primera caricia de Dios, su providencia, donde recibimos todas las previsiones necesarias
para subir al cerro. También, nos sentimos reconfortados por los saludos de los religiosos que por
distintas circunstancias no pudieron subir donde nos alentaban y nos acompañaban con su oración
y su vida entregada.
Llegados a la base del Uritorco, donde nos encontramos con nuestro pastor monseñor Ricardo y
luego de las inscripciones a las 9:00 hs, empezamos todos juntos esta gran aventura en comunidad,
aventura que también nos invitaba a tener un corazón de asombro para dejarnos sorprender por la
belleza de lo creado, por lo que este camino nos tenía preparado. La intención de subir este cerro
era compartir como vida religiosa junto a nuestro pastor, y así en un gesto de caminar en sinodalidad
iniciamos el camino de subida.
Esta caminata en el cerro Uritorco nos presentaba un camino con 7 estaciones. La distancia que se
nos proponía era de 5548 m a una altura de 1979 msnm.
Al iniciar recibimos un bastón que nos sirvió de compañero y apoyo en el camino, y que realmente
fue un sostén tanto en la subida como en la bajada. Desde el inicio a la primera estación subimos
todos muy a la par, empezamos a sentir la dificultad del camino, el esfuerzo de la subida, la exigencia
de la aventura que iniciábamos, pero también experimentamos el caminar juntos, alentando a
nuestros compañeros de camino y siendo alentados por otras personas: trabajadores que cuidan de
la armonía del cerro y de otros caminantes.
Así llegamos a la primera estación: mirador del caminante. La misma nos invitaba a tomar
consciencia de lo que lleva en su nombre. Prestar atención a este mirar, mirar que nos invitaba a
contemplar la belleza de Dios que se hace majestuosa, que la veíamos en la fuerza de la naturaleza,
la fuerza de vida en los brotes que se levantan después de las devastaciones de los incendios.
“Montes y cumbres alaben al Señor. Cuanto germina en la tierra bendiga al Señor.”
Al llegar a la segunda estación (Posta del silencio) empezamos a sentir un poco más el cansancio, la
dificultad de la altura, empezamos a sentir sed y necesidad de comer para recuperar algo de energía.
La gran invitación de esta estación era descubrir la necesidad del silencio, una necesidad física que
te permitía descubrir ese silencio creador que habla en esa belleza, de la mano de Dios en toda su
creación. Una parada que nos proveyó un poco de sombra y que invitaba a quedarse, pero donde la
voz de nuestro pastor nos animaba a seguir caminando.
“Montes y cumbres alaben al Señor. Criaturas todas del Señor, bendigan al Señor, ensálcenlo con
himnos por los siglos.”
En este emprender el camino a la 3ra estación (Hondonada del buey) pudimos descubrir que este
caminar en sinodalidad nos invitaba a ir cada uno a su tiempo, en su ritmo y a descubrir que, aunque
a veces algunos vayan primero, otros a la mitad y otros atrás, caminamos juntos como comunidad,
acompañada por el caminar de su pastor y así llegamos a la 4ta estación, mitad de camino.
En este caminar, las estaciones servían para congregarnos nuevamente, preguntar como
estábamos, ayudarnos con provisiones, esperar el tiempo necesario para emprender nuevamente
todos juntos el caminar. En esta 4ta estación, Quebrada del viento, nos recibía solo una brisa suave,
que en vez de dificultar era alivio en el camino; otra caricia del Padre.
“Montes y cumbres, alaben al Señor. Vientos todos bendigan al Señor.”
Al emprender a la 5ta estación nos encontramos con un camino de mayor dificultad, donde ya se
empezaba a sentir el cansancio de lo recorrido, la altura, las rocas. Así llegamos a la estación Valle
de los espíritus donde nos encontramos a Francisco, un rescatista del cerro. Allí nos ayudaba a
evaluar como veníamos para poder seguir, era una parada que invitaba a ver lo recorrido para poder
continuar. También nos encontramos con otros caminantes que ascendían al cerro.
Resonó muy fuerte el consejo e invitación de monseñor Ricardo que nos alentaba a seguir
caminando más allá de las dificultades, a caminar disfrutando de la creación de Dios, sin pensar si
llego o no llego, si puedo o no puedo, sino tan solo caminar, y dejarse asombrar por la belleza de
Dios; contemplar todo: el camino, las rocas, los horizontes, las flores… animándonos a seguir en esta
aventura de caminar todos juntos en sinodalidad.
“Montes y cumbres alaben al Señor. Hijos de los hombres bendigan al Señor.”
Al llegar a la 6ta estación (Pampilla) experimentamos la grandeza del Señor, no solo por el gran
paisaje que se abría hacia los distintos puntos cardinales, ya que las sierras daban paso para dejarnos
contemplar todo el rededor donde se podía ver la belleza de nuestra diócesis: Capilla del Monte,
Cruz del Eje, los diques; pero también fue descubrir la riqueza de la fauna autóctona, con la
hermosura de la variedad de aves y con la majestad del cóndor que se dejó ver para poder alabar al
Señor por su creación.
“Montes y cumbres alaben al Señor. Aves del cielo bendigan al Señor.”
También en esta 6ta estación, el gran desafío fue dividirnos en grupos, un grupo que ya ascendía,
otro grupo que emprendía el ascenso más tardíamente y un tercer grupo que, mirando las
dificultades del camino, decidió hacer cima ahí. Y en esto también experimentar que seguimos
caminando juntos en el asombro de esta aventura.
Aproximadamente entre las 12:30 hs y 13:00 hs fuimos llegando todos a la cima del cerro, a la última
parada, donde solo podía nacer una gran acción de gracias por haber podido llegar, por haber hecho
esta experiencia todos juntos, por poder ser testigos de todo lo que se ve desde aquella altura.
Compartir y celebrar la propia llegada y la de los demás, de otros caminantes, con quienes nos
encontramos en la cima.
“Montes y cumbres alaben al Señor. Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y
ensalzado por los siglos.”
Luego de compartir lo que cada uno había vivido, dimos gracias a María y empezamos el camino de
bajada, siendo conscientes de las dificultades que este camino nos presentaba. Y así fuimos
descendiendo juntos, esperándonos en los tiempos de cada uno, preguntándonos como estábamos,
atentos al ritmo de cada uno.
Llegamos al pie del Uritorco aproximadamente a las 17:30 hs donde celebramos la misa en la gruta
de la Virgen de Lujan presidida por nuestro obispo, presentando al Señor las intenciones que al
subir y al bajar llevábamos. En su homilía, Monseñor, nos exhortaba a descubrir como consagrados
la presencia de Dios, como nos habla a través de toda su creación, a través de la belleza de todas las
cosas, que todo lo creado es templo de Dios y nos invitaba a poder redescubrir y compartir esta
verdad, incluso en el viento que en medio de la misa nos golpeaba.
Al final de la Eucaristía compartimos un momento de ágape en la parroquia junto con el padre Juan
Pablo y nos animamos a seguir dando gracias por todo lo compartido con el deseo de que este
compartir sea también de fruto para toda la vida consagrada, para toda la diócesis.
Que el Señor nos siga acompañando en este caminar para que “con el gusto de ser pueblo,
compartamos la alegría del Evangelio”.