“El Padre Daniel se preparó para el cielo” (P. Guillermo)

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El 5 de enero ha fallecido inesperadamente el presbítero Daniel Santiago Peralta, de 59 años de edad, luego de sufrir un infarto mientras conducía su automóvil. Los fieles lo han despedido con mucho afecto en la Basílica de Nuestra Señora de los Dolores.

Daniel Peralta nació en Tucumán el 13 de mayo de 1965 en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Se formó en el Seminario Arquidiocesano de Rosario “San Carlos Borromeo”. Fue ordenado sacerdote por monseñor Omar Félix Colomé el 12 de marzo de 2005 en la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, hoy Basílica, de Villa Dolores. Su primer destino pastoral fue como vicario parroquial del Santuario Nuestra Señora del Tránsito en Villa Cura Brochero. Fue rector del Seminario menor San José de Las Tapias. Fue párroco en San José, en Villa Dolores y Capilla del Monte. Fue el primer rector de la Basílica de Nuestra Señora de los Dolores, declarada como tal el 3 de septiembre de 2011.

De enero de 2017 a abril de 2023 fue como párroco de la Parroquia San Antonio de Padua de Capilla del Monte. Luego partió a España por unos meses a prestar servicio en la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Torrevieja, Diócesis de Orihuela-Alicante. Al regresar estuvo residiendo en la Parroquia de San Pedro. En diciembre de 2024 había sido nombrado párroco de la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores en Villa Dolores. Estaba previsto que asumiera el 5 de enero de 2025 y falleció ese mismo día en que iba a tomar posesión, cinco horas antes de la celebración. A la tarde el padre Daniel salió de la casa parroquial en su auto, se descompensó a los pocos metros debido a un infarto agudo de miocardio y falleció en el momento. El vehículo se detuvo al llegar a la vereda sin causar daños.

Una multitud de fieles pasó por la capilla ardiente ubicada en el interior de la Basílica de Villa Dolores. Monseñor Ricardo Araya presidió la misa de cuerpo presente, paradójicamente al horario en que debía estar asumiendo el nuevo párroco. El padre Guillermo Gómez, con quien estuvo viviendo el padre Daniel este último tiempo, pronunció la homilía. Expresó: “Muchos científicos sostienen que el tiempo es una ilusión. San Agustín dice que no hay pasado ni futuro, solo presente. Un presente de las cosas pasadas, un presente del presente y un presente de las cosas futuras. Por eso es tan importante valorar este regalo que es el tiempo y vivirlo con la sabiduría que se menciona en la Escritura. Una sabiduría que significa saborear cada momento de la vida. Eso es lo que nos da la esperanza cristiana: la esperanza de la venida del Reino, la esperanza de la vida eterna y la esperanza del juicio final en el amor como acto final de salvación. Estas tres formas de esperanza viviste amigo, anhelando con un deseo ardiente el regreso del Señor Jesús al final de los tiempos”.

En un clima de profunda emoción continuó diciendo: “Daniel se preparó para el cielo. Todos estos días vivió con una felicidad. tenia mucha alegría y entusiasmo de venir a esta parroquia. Daniel, amigo, viviste en el tiempo que se te prestó. Dando testimonio de Jesús y trabajando para una vida digna para todos. Disfrutaste de la vida y de la amistad. Viviste intensamente y preparándote para el cielo, según aquello que dice San Pablo: ‘el tiempo pasa, el amor permanece porque el amor no pasa jamás’” (cf. 1 Co 13,8)“.

Los restos mortales del padre Daniel quedaron toda la noche en el interior del templo. Al día siguiente se celebró la misa de exequias con recomendación final presidida por monseñor Ricardo y concelebrada por muchos sacerdotes de la Diócesis que se acercaron a darle la despedida a su hermano en el ministerio. En su homilía el Obispo expresó: “En medio de la noche, como los magos camino del pesebre, buscamos luz y coraje para entrar en el silencio y en el misterio de Dios y adorar. Lo primero que me nace es rezar el Credo, como recomendaba Brochero. Cuando digo: ‘creo en la comunión de los santos’, me siento cerca de Daniel. Decimos: ‘creo en la Iglesia Católica, en la comunión de los Santos’ que es como una explicación de lo que es la Iglesia, el santo pueblo de Dios. Una comunión en la que nos comunicamos unos a otros bienes espirituales. Creemos que por el bautismo estamos unidos a Dios y entre nosotros. Somos un cuerpo, y Cristo es la cabeza. Participamos  de su Santo Espíritu y de los frutos de la  presencia de Dios en nosotros; frutos que forman un ‘fondo común’ espiritual que nos beneficia a todos. El menor de los actos hechos con caridad repercute en el bien de todos. Nos enseña la fe desde antiguo que la unión entre los miembros de la iglesia peregrina no se interrumpe con aquellos que ya se han dormido en el Señor; más bien, la unión se refuerza con la comunicación de bienes espirituales. Su intercesión, su solicitud fraterna, ayuda en mucho a nuestra debilidad. Y nuestra oración por los difuntos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en favor nuestro.”

El Padre Daniel estaba feliz de volver a la parroquia. Creemos que él es feliz, que esa felicidad ahora es infinita. Él me había pedido un tiempo que llamamos ‘sabático’.  Tenía interés por integrar madurez humana con profundidad espiritual. En algún momento le dije que escribiera lo que solicitaba, y él puso en palabras sus deseos diciendo: ‘Siento la necesidad de un re-encuentro con Jesús, reconociendo mis límites y la necesidad de un descanso más prolongado y no menos comprometedor, para poder renovar mi entrega a Dios en el camino de la santificación. Sé que no es un tiempo de vacaciones, sino tiempo de acercamiento a Dios a través del estudio, meditaciones, retiros, sin dejar de ejercer el ministerio y renovando el encuentro con  Dios en cada Eucaristía, con el fin de un fortalecimiento espiritual y apostólico’. Cuando le confirmé que vendría a esta parroquia, me dijo que yo cuidara tal cosa y tal otra. Le aseguré que haría todo lo posible; pero -aceptas o no?- le pregunté. -¡Sí!- me dijo. Lo decía con la boca y con los ojos. La sonrisa se le hacía imborrable cuando se preparaba para volver a esta parroquia“. Finalizó el Obispo agradeciendo los gestos de cercanía de la comunidad y asegurando la oración para su familia.

Luego de la Misa su cuerpo fue trasladado al Cementerio de Villa Cura Brochero. Antes del sepelio pasó por el Santuario donde fue despedido por ultima vez.

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