El domingo 16 de marzo se celebró la fiesta del Santo Cura Brochero en la Plaza Centenario ante una multitud de peregrinos y promesantes que se acercaron con esperanza a rezarle al santo cura.
Un domingo soleado y bien brocheriano se vivió en el Valle de Traslasierra, tierra donde el santo sacerdote hizo fecundo el Evangelio. Y en este segundo domingo de cuaresma donde contemplamos la transfiguración del Señor, monseñor Araya, inició su homilía invitándonos a escuchar a Jesús, nuestra Esperanza.
“Brochero es una invitación a contemplar a Cristo. Es una invitación a todos. Numerosos testigos afirman que Brochero siempre hablaba de Jesús. Nosotros decimos, hablaba de aquello que habitaba y llenaba su corazón”. Reflexionó nuestro obispo.
Luego monseñor agregó: “¿Qué nos dice hoy? porque no podemos quedarnos en este “monte”; consolados hemos de “bajar” al camino de todos los días. […] Se dice que Brochero eligió a un serrano como modelo para hacer tallar al Cristo de la capilla de la casa de Ejercicios. Deseaba que el Cristo tallado se pareciera a un serrano, porque Cristo, según el misterio de la encarnación, se había unido de tal modo a todo hombre… que también tenía rostro serrano y Brochero quiso ser como Cristo, por eso se hizo serrano”. Sostuvo Araya.

Horas antes de la misa en la Plaza Centenario, miles de cabalgantes y caminantes llegaron al Santuario peregrinando de diferentes puntos de la provincia y el país. El obispo junto al párroco Luis Zalazar bendijeron a cada uno de los peregrinos en el atrio del Santuario.

Al finalizar su prédica, el obispo de Cruz del Eje reflexionó sobre las heridas actuales de la fraternidad humana: “¿Qué hiere a Jesús hoy? ¿Cómo lo herimos cuando dañamos la fraternidad? A Brochero le tocó vivir muchos conflictos en la argentina de fines del 1800 y comienzos del 1900, y no se achicó ante ellos. Más bien supo encontrar lo que nos unía a los serranos. En medio del conflicto buscó y encontró aquello que une; siempre pensando en la gente común; amigo de todos y siempre muy cerca de los más pobres”.
Siguiendo el ejemplo de san José Gabriel del Rosario, el obispo animó a sentirnos hermanos todos: “Cuando los hermanos se pelean no le dejan lugar a Dios para que actúe. Cuando nos enemistamos trabaja el “enemigo”, a ese le gusta dividir. Ahí no está Dios, ni está el espíritu brocheriano. No dejemos que nada, ni nadie nos enfrente como enemigos. ¡Somos todos hermanos! Trabajemos por el encuentro entre todos, el encuentro no anula las diferencias sino que las supera, en una instancia siempre superior al “ego” de cada uno”.
Luego de la ceremonia se realizó la tradicional procesión con la imagen del santo por las calles del pueblo, retornando a la Plaza para la bendición final y espectáculos musicales.

