“El padre Pedro nos ha dejado caminos por donde andar” monseñor Araya

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El 15 de julio ha fallecido serenamente después de una dura enfermedad, el padre Pedro López a los 67 años de edad. Actualmente se desempeñaba como párroco en La Cumbre y en sus 41 años de sacerdote ha desempeñado diversos servicios en la Diócesis. Los fieles los despidieron con dolor y gratitud.

El padre Pedro Antonio López nació el 26 de marzo de 1956 en Viña Seca, un paraje cercano a Villa Sarmiento en el Departamento San Alberto, al sur de la Diócesis. Cuando era un adolescente sintió el llamado de Dios al sacerdocio e ingresó al seminario menor de Jesús María. En 1973 Monseñor Pechuán Marín crea el seminario menor “San José” en Las Tapias y le pide a la docena de seminaristas de nuestra diócesis que vinieran al nuevo seminario. Solo Pedro acepta venir, estaba en quinto año de la escuela secundaria. Se egresa en la Escuela Normal de Villa Dolores.

Se formó en el Seminario San Carlos Borromeo de la Arquidiócesis de Rosario. Fue ordenado sacerdote el 6 de diciembre de 1981 en la Parroquia de San Pedro por monseñor Enrique Pechuán Marín. Estaba presente también el obispo Jesús Roldán, que era su padrino de confirmación.

Su primer destino Villa de Soto, como vicario parroquial del padre René Jara. En ese momento la parroquia de Serrezuela no tenía párroco, asi que el padre Pedro ayudaba en la atención de esa zona. Un año después fue nombrado párroco de la parroquia “El Salvador” de Serrezuela. En 1997 fue designado cura párroco en “Nuestra Señora del Rosario” de Salsacate y en 2006 en “San Roque” de Villa de Soto. En 2014 fue trasladado a la Iglesia Catedral de Cruz del Eje, en 2017 volvió a Soto solo por dos años y regresó a Cruz del Eje. A principios del año pasado había sido designado párroco en la Parroquia “Nuestra Señora del Carmen” de La Cumbre. Fue Vicario General, administrador diocesano en sede vacante (2017), vicepresidente de Cáritas, delegado para la Pastoral, director de la escuela de formación de diáconos permanentes, entre otros servicios a la Iglesia diocesana.

Luego de atravesar una dura enfermedad, entregó su alma a Dios en la víspera de la fiesta de la Virgen del Carmen. Estaba internado en la Ciudad de Córdoba, sus restos fueron traslados a la iglesia parroquial de La Cumbre, allí fue velado por quienes eran sus últimos feligreses. El padre Hugo Rizzo, vicario general de la Diócesis, presidió allí una misa exequial.

El sábado a la noche, sus restos fueron trasladados a la Parroquia Nuestra Señora del Valle de Cruz del Eje. Allí se lo veló toda la noche. El domingo 16 de julio por la mañana, monseñor Ricardo Araya presidió la Santa Misa de cuerpo presente. El obispo expresaba la gratitud de toda la iglesia diocesana, no solo por todas las tareas que desempeñó el padre Pedro, sino también por lo que era como persona, un hombre cercano y entregado. En la misa estaban presentes sus familiares, entre los que se encontraba su madre y hermanos.

En la homilía expresó: “Quisiera recordar con ustedes algunas verdades de nuestra fe; o mejor todavía, quisiera poner la fe y la confianza en la persona de Jesús, que nos enseña con cómo vivir y cómo morir. Creemos que los muertos resucitan, están vivos en Dios. Nuestra esperanza en Cristo no es solo para esta vida. Nuestra fe nos salva. Por eso con la palabra de Dios decimos que tenemos la mirada en las cosas invisibles que superan todo calculo y medida humana. Tenemos una casa permanente en el cielo, construida por las manos de Dios.”

El Obispo nos destacaba que el padre Pedro supo ser un sacerdote cercano a la cultura de su gente: “En el ministerio del padre Pedro, Jesús se nos mostró como un pastor cercano y que cuida de nosotros. Cercano a la cultura criolla del noroeste, no solo a la persona, sino a la cultura. Que es el modo de vivir, el mundo de nuestras relaciones. Cercano a las necesidades materiales y espirituales. Pedro fue un cura, es decir alguien que cuida, pero que también fue cuidado por las comunidades donde estuvo. Allí donde encontró familia parroquial, con gusto de ser pueblo.”

“El padre Pedro nos ha dejado caminos por donde andar. El camino de la amistad entre los curas, siempre necesitado de reconciliación. El camino para encontrar la mejor manera de acercarse al obispo. Los caminos de la solidaridad con los miembros de la vida consagrada. Los caminos escondidos de las sierras. Los caminos de las peregrinaciones y novenas. Los caminos de la participación en asambleas y encuentros pastorales. Los caminos de la evangélica opción por los pobres. El camino del amor entrañable a esta Diócesis pronta a cumplir 60 años, a esta tierra, con sus encantos, dificultades, rostros y proyectos. Y tantos otros buenos senderos por donde hemos de andar, hasta que nos volvamos a encontrar. Confiamos en la misericordia de Dios, creemos que él ya está libre de las ataduras de esta vida. Libre de muestras opiniones, miradas e interpretaciones. Libre y gozoso ha vivido ya su Pascua”. Expresó el Obispo.

Los restos mortales fueron velados después en el Santuario San Roque de Villa de Soto, despedido por una multitud agradecida y con dolor. Niños, jóvenes, ancianos, todos despidiendo a quien fuera su padre, amigo y hermano. Por voluntad expresa, los restos serán cremados y depositados en el cinerario de la Parroquia Nuestra Señora del Valle en Cruz del Eje, donde quería descansar cerca de monseñor Colomé, de quien fuera fiel colaborador.

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