El sábado 29 de octubre el seminarista Luciano Gastón Montoya será admitido como candidato al orden sagrado por nuestro obispo monseñor Ricardo Araya en una celebración en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de La Cumbre. En esta entrevista nos cuenta sobre su vida y vocación.

- ¿En qué localidad naciste y te criaste? ¿Cómo está compuesta tu familia?
Nací en la ciudad de Cruz del Eje, vivo en el B° Toco Toco ubicado en la zona sur del pueblo. Allí vive actualmente mi familia que está conformada por mi mamá (Claudia), mi papá (Adrián) y cuatro hermanos: dos más grandes que yo (Estefania y Alexis) y dos más chicos (Gabriela y Benjamim). También tengo 3 sobrinos: Facundo, Ignacio y Martina. Antonella y Franco son mis cuñados. Mis abuelas Mercedes y María y un gran número de parientes.

- ¿A qué colegio fuiste?
El nivel inicial y primario lo cursé en el colegio José Ingenieros, ubicado frente a la plaza 25 de Mayo de la Ciudad de Cruz del Eje. Me egresé de la primaria en el año 2011 cuando la Escuela cumplió 100 años.
Primero y segundo año de la secundaria los cursé en la Escuela Normal Superior República del Perú. Y los demás años en el Inst. Ntra. Sra. del Valle (donde me gradué en Bachiller en Cs. Sociales y Humanidades) en el mismo Cruz del Eje.
- ¿Recordás de tu infancia o adolescencia algún indicio de vocación sacerdotal?
El indicio de la vocación está marcada por la religiosidad en la que fuí criado y educado, especialmente los testimonios de vida de mi mamá y mi abuela materna que fueron quienes me enseñaron a amar a Dios, a la Iglesia y a confiar en los santos.
También la parroquia me enseñó a sentirme parte de una comunidad que me animaba, me enseñaba y me hacía gustar siempre de las cosas de Dios. Ellos cultivaron también en el fondo mi deseo de optar seguir a Cristo en este camino vocacional.
Las experiencias desde niño: siendo monaguillo, las patronales de la Virgen del Carmen y de San Cayetano (en el barrio de mi niñez) son momentos decisivos que marcan mi historia de vida y mi historia vocacional.

- ¿A qué edad ingresaste al seminario y que te animó a tomar esa decisión?
Realicé tres años de Seminario Menor en Cruz del Eje. Ingresé a los 13 años de edad el 4 de marzo del año 2014. El 5 de marzo del año 2018, con 17 años, ingresé al Seminario Mayor de Río Cuarto.
Siempre sentí que esto es lo que Dios quiere para mi vida. Mientras iba creciendo me daba cuenta que en esta vocación específica encontraba la alegría y el proyecto de vida que Dios soñó para mí. El Seminario Menor me ayudó a madurar y reafirmar la vocación que estuvo presente en mí desde que tenía diez años aproximadamente. Fue un momento de gran aprendizaje y de encuentro con Jesús.
Si tuviera que sintetizar lo que me animó a entrar al Seminario creo que serían estas dos cosas: mi deseo de seguir a Jesús y, de servirlo en la Iglesia, a quien mucho amo.
- ¿Qué dijeron tus familiares y amigos cuando les contaste la decisión? ¿Cambió tu relación con ellos?
Si ya fue demasiado que me fuera, por propia decisión, a los 13 años de mi casa para ingresar al Seminario en el mismo Cruz del Eje, venirme a Río Cuarto implicaron lágrimas y costó mucho la distancia para con mi familia.
En mi casa no estaban para nada sorprendidos de que yo tomara la decisión de seguir por este camino. Al principio costó un poco pero, más allá de estas cuestiones que son sentimentales y emocionales, me apoyaron y acompañaron en la decisión que tomaba por iniciativa propia en respuesta al plan de Dios para mí.
Con algunos amigos la relación cambió tanto por la distancia y por conocer nuevas personas perdí o dejé de comunicarme con algunos de ellos. No es causa única el ingreso al Seminario, todos crecimos y cada uno siguió su camino. Sin embargo, con algunos de ellos la amistad sigue estando y cada vez que voy a Cruz del Eje, en el poco tiempo que estoy, trato de reunirme para tomar o comer algo.
Con mi familia no cambió la relación, la acrecentó más. No dejé nunca de ser un hijo y un hermano; pero este camino de formación me enseñó a rescatar y valorar lo aprendido en mi casa para crecer como persona.
- ¿Qué te sorprendió del seminario que creías que no era así?
Me sorprendió que los seminaristas que nos formamos acá venimos de distintos lugares de la provincia y de otras regiones de Argentina. Eso me enseña a conocer variadas realidades que vivimos como Iglesia y a conocer diferentes culturas.

- ¿Cómo fue tu experiencia del seminario menor en Cruz del Eje?
Fue una experiencia que me marcó para toda la vida. No me arrepiento de haber tomado esta decisión desde tan chico para seguir los deseos e inquietudes que tenía en mi corazón. Repito lo mismo que dije arriba, fue un tiempo de aprendizaje para la vida y de encuentro con Jesús. El Seminario Menor fue el lugar que me ayudó a crecer como cristiano, clarificar mi vocación y madurar como persona.
Siempre voy a tener memoria agradecida a Dios por quienes me acompañaron en ese tiempo: el obispo, formadores, subprefectos, compañeros seminaristas, etc.
Y más allá de las experiencias negativas que pude haber tenido allí dentro, siempre estuve convencido que Dios por algo me pedía seguir en esto.
- ¿Qué lugar ocupa la comunidad del seminario en tu vida?
El sentido de pertenencia al Seminario se va acrecentando cada vez que pasan los años. Y así, cada vez me voy sintiendo parte de una familia, de una comunidad que peregrina hacía un mismo horizonte. El Seminario de Río Cuarto es una gran familia. El lugar que ocupa la comunidad en mi vida es de familia, como parte de mi historia, como sostén de mi vida y como educadora que te enseña y te ayuda a caminar como discípulo de Jesús.
- ¿Qué descubrís de valioso de los estudios filosóficos?
La filosofía te conduce a un pensamiento crítico y reflexivo de la realidad en la que vivimos. Los estudios de esta etapa me ayudaron a ampliar más la mirada no solo de la realidad que me rodea sino también de mi propia realidad. Y también cómo, a partir de la filosofía, podemos unir y reflexionar sobre temas relacionados a la fe cristiana.

- Teniendo en cuenta que la formación sacerdotal es integral y progresiva, ¿en qué aspectos humanos sentís que el seminario te ha ayudado a crecer?
La formación sacerdotal me está ayudando mucho en el autoconocimiento de mi persona. Esto implica una integralidad de muchos aspectos en mi vida: mi relación con los demás, reconocer mis fortalezas y debilidades, conocer mis habilidades para ponerlas al servicio de la comunidad, y cómo estos aspectos de mi vida tienen su fin en mi relación con Dios.
- ¿En qué consiste la actividad pastoral? ¿En qué comunidades te ha tocado estar?
Los seminaristas realizamos nuestra actividad pastoral (que es una de las dimensiones que atiende la formación) durante los fines de semana en una parroquia que el Obispo nos ha designado. Permanecer esos días en la parroquia nos ayuda a conocer diversas realidades: cómo vive y desarrolla su ministerio en una comunidad un párroco; qué realidades vive la gente del lugar; realizamos misiones por los barrios y ayudamos en la catequesis; implica a su vez conocer una realidad de la Diócesis. Nos sumamos a lo que la parroquia esté necesitando y atendiendo a lo que la formación nos pide específicamente para el año que estamos transitando. En el fondo es una práctica que te invita de a poco configurarte con Jesús, Buen Pastor.
Durante el año 2019 estuve en la parroquia Ntra. Sra. de Schoenstatt de Villa Dolores junto al Padre Rodrigo Toranzo. Y ahora, desde el año 2021, estoy yendo a la parroquia Ntra. Sra. del Carmen de La Cumbre. El primer año estuve junto al Padre Tito Zappia, ahora junto al Padre Pedro López.
- ¿Qué es lo más esencial que te ha marcado la vida del seminario en estos años?
El seminario en este tiempo me ayudó a conocer más a Jesús y a purificar la imagen que tenía de Él. También me ayudó a descubrirme como un ser íntegro donde todo lo que soy se relaciona continuamente con lo que rezo, con lo que aprendo en mis estudios, con mi persona y con mi pastoral.
- Sabemos que tocás bien la guitarra y cantás, ¿es importante eso para evangelizar?
La guitarra es la puerta que me abre caminos para poder evangelizar. Es un don que significa mucho y que es necesario. Siempre la llevo conmigo, lo poco que sé sobre este instrumento lo pongo al servicio de las comunidades que no siempre tienen quien cante durante las misas o incluso cuando visito alguna casa es un signo de alegría para aliviar al que está pasando un momento no tan bueno o incluso para compartir unos cantos en la sobremesa. La guitarra reúne y evangeliza.

- ¿Qué es la Admisión a las sagradas órdenes? ¿En qué momento de la formación se recibe?
La Admisión es un ministerio que recibe únicamente quien se forma para el orden sagrado. En este paso el seminarista, en un pedido que hace a la persona del Obispo de manera libre y consciente de lo que esto significa, le pide ser admitido como candidato a las Sagradas Órdenes ofreciendo su vida al servicio de Cristo en la Iglesia para seguir formándose en el camino hacía el sacerdocio ministerial. Este rito debe realizarse de manera pública y puede darse dentro o fuera de la celebración de la Misa. Un signo visible de este ministerio en nuestra Diócesis es que el seminarista comienza a vestirse con la vestimenta propia del sacerdote.
En nuestra formación se sugiere pedir la Admisión en el primer año de la etapa configuradora luego de haber culminado la etapa discipular.
- ¿Qué te anima espiritualmente a dar este paso?
Confío en que este paso que doy es puro don y gracia de Dios que no merezco. Él es quien me ha elegido y me ha llamado, eso me anima a dar este paso. También el testimonio de San Pablo me anima a confiar de que todo es gracia de Jesucristo.

- ¿Qué has aprendido de algún sacerdote mayor que te gustaría imitar?
Siempre rescato la imagen del Padre Jesús Domínguez fallecido desde el 2017. Compartí con él cuando ya por su edad avanzada no estaba teniendo una pastoral de manera activa en una parroquia. Pero siempre me sorprendió su simpleza, su sencillez y su testimonio como sacerdote. Cómo supo marcar la vida de tantos jóvenes que terminaron llamándolo su padre espiritual y quienes hoy lo siguen recordando con mucho afecto. Me gustaría imitarlo en su preocupación por los jóvenes y más necesitados, en su entrega y confianza en el Tatita Dios y su amor a la Mamita Virgen, como solía decir. Pero también tengo presente el testimonio como sacerdote que llevan en la vejez el Padre Arturo Porcel y el Padre Raúl Vera.
- ¿Qué lugar ocupa Brochero en tu camino de fe?
Brochero es un sacerdote que no deja de enseñarme sobre qué es ser cura hoy. Siempre hay alguna novedad sobre él. No sobre su vida, sino, cómo fue capaz de encarnar el Evangelio de Jesús tan sencillamente y profundamente en su cotidianidad. El Cura Brochero es un amigo pero también un maestro, ejemplo de discípulo de Jesús y testimonio de un cura que se encarnó en la realidad que vivía su gente.
- ¿Qué le dirías a un joven que siente la vocación sacerdotal?
Le diría que no mire sus intereses personales, que mire y sueñe junto a Dios el sueño que Él tiene pensado para su vida. Que no tenga miedo de dar este paso, que se anime a darlo porque Dios puede transformarlo todo.