El 26 de enero se cumplieron 111 años de la muerte del Santo Cura Brochero. Monseñor Ricardo presidió la misa de clausura de la Semana Brocheriana ante una multitud de peregrinos que se congregó en la plaza Centenario de Villa Cura Brochero.
En la clausura de la Semana Brocheriana, que se desarrolló del 18 al 25 de enero con el lema “Bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo”, el obispo de Cruz del Eje, monseñor Ricardo Araya, presidió la celebración eucarística en Plaza Centenario, frente al Santuario, ante la presencia de una multitud de devotos del santo provenientes de diferentes puntos del País.
La Eucaristía fue concelebrada por el arzobispo de Córdoba, cardenal Ángel Rossi SJ; el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva; el obispo castrense de la Argentina, monseñor Santiago Olivera; el arzobispo emérito de Córdoba, monseñor Carlos Ñáñez; el obispo emérito del Alto Valle, monseñor Marcelo Cuenca y por un grupo de sacerdotes. También participaron diáconos y seminaristas.
Homilía completa de monseñor Ricardo Araya:
Con el permiso de Dios y de ustedes me animo a decir que: “poner los ojos fijos en Jesús” como hicieron los paisanos de Jesús en Nazaret, es el gran desafío para todos. No poner los ojos en nadie más que en Jesús, en esta tarde en que recordamos que hace 111 años, más o menos a esta hora y muy cerca de este lugar, “Brochero se fue”. Se fue al corazón eterno de Dios para siempre. A esa vida feliz, que nosotros no podemos imaginar, y que decimos que se llama “cielo”.
Poner los ojos fijos en Jesús es poner toda la atención de la mente y el corazón en sus palabras. Hay un modo de imitar a Brochero, y es estar atento a cada Palabra del Señor, rumiando cada pedacito del Evangelio.
Brochero ciego y leproso se hacía leer el Evangelio. Ciego, “veía” con la mente y el corazón a Jesús; y no perdía ninguna de sus palabras. Y hoy la Iglesia nos enseña a invocarlo como hombre de “predicación evangélica”.
Fue capaz de poner los ojos en Jesús porque tenía un corazón pobre, y porque estaba atento a los pobres, a los presos, a los necesitados de liberación y salvación.
La pregunta sería: ¿Dónde ponía la mirada Brochero? ¿Dónde ponía los ojos el Padre Brochero?
Y la respuesta es, con palabras del mismo Brochero: en los templos, en las escuelas y en los caminos.
Así lo decía en una carta al Vicepresidente de la Nación, Figueroa Alcorta, pidiendo el tren:
“Aún cuando no soy nadie ni sepa nada, ni pueda expresarme en forma elegante, conozco palmo a palmo el terreno en cuestión, y más que cualquier literato conozco las sierras de Córdoba, pues en ellas he pasado los mejores años de mi vida. Allí he levantado templos, escuelas y un colegio dotado del personal docente y demás enseres a la altura del siglo XX. He hecho también sesenta caminos vecinales y un camino carretero de doscientos kilómetros que une Soto con Dolores, luchando en todas estas obras con millones de dificultades que ahora son las que pretendo eliminar con este ramal” (Carta 323).
Los caminos de Brochero están unidos a los templos y a las escuelas. Sí pudiéramos observar con un drone aquella obra brocheriana, veríamos como los caminos conducen a los templos y a las escuelas. Este es por excelencia “el camino de Brochero”. Para Brochero van juntos la fe, la educación y los caminos. Algunos decían en su tiempo: los templos son asunto de la Iglesia, la educación es asunto del estado (generación del ’80). Brochero sabía distinguir los asuntos, pero no los separaba. Tampoco los mezclaba, ¡los unía! que no es lo mismo.
Demos un tranco más… los templos, las escuelas y los caminos de Brochero eran para todos, y especialmente eran para los que menos tienen, para los que menos pueden. Son caminos especialmente importantes para los pobres, para los jóvenes, para las mujeres, para las niñas -creo que él diría- para las “chinitas” de la sierra.
Quería, para su gente acá en la sierra, el progreso de las grandes ciudades de la Argentina de finales de 1800 y principios del 1900. Recordemos que decía con su elocuencia serrana: “al oeste le pasa lo que lo mismo que a los perros en las carneada: le tiran las tripas”. La fe que llenaba el corazón de Brochero era capaz de construir templos, escuelas y caminos; era una fe llena de esperanza.
¿Cómo no van a seguir siendo signos de esperanza también para estos tiempos los templos, las escuelas y los caminos? Se nos ha proclamado el Evangelio. El Evangelio que recibimos no es solo un mensaje, no es solo un libro para leer; las palabras del Evangelio son unas semillas que cuando se las recibe bien, dan mucho fruto. Son unas palabras que hacen lo que dicen y transforman el corazón y la vida personal y social.
La propuesta es: mirar a Jesús, recibir el Evangelio, acompañar a los jóvenes, hacer juntos los caminos; y así sembrar seguir sembrando esperanza. Rezar a Brochero, ¡Imitar a Brochero!
TRANSMISIÓN COMPLETA DE LA MISA: https://fb.watch/xnCdNDMQzE/