El 26 de enero se concluyó la tradicional Semana Brocheriana en Villa Cura Brochero para conmemorar el 109° aniversario de la pascua del Santo Cura. Monseñor Ricardo Araya presidió la Misa central en la Plaza Centenario ante una multitud de peregrinos.
La Semana Brocheriana comenzó el 19 de enero con el lema diocesano “Con el gusto espiritual de ser pueblo, compartamos la alegría del Evangelio”. Cada día miles de peregrinos se acercaban al Santuario a rezar ante la tumba del Santo Cura, muchos pedían la bendición a los diáconos y seminaristas que los recibían y otros recurrían al sacramento de la reconciliación. Cientos de fieles participaban de las misas cada día, visitaban el parque temático, el museo y la casa donde murió Brochero. Todos se impregnaban del “espíritu brocheriano”.
Las jornadas de celebración por el aniversario de la pascua de Brochero, concluyeron el 26 de enero con la Santa Misa que presidió nuestro Obispo monseñor Ricardo Araya, concelebraron los Obispos: monseñor Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba; monseñor Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco; monseñor Carlos Ñañez, arzobispo emérito de Córdoba y monseñor Marcelo Cuenca, obispo emérito de Alto Valle. También concelebraron numerosos sacerdotes y asistieron diáconos, religiosos, seminaristas y miles de peregrinos venidos de diversos puntos de la Argentina.
“Nos hemos reunido esta tarde a dar gloria a Dios porque nos regaló al santo Cura Brochero”, comenzó su homilía el obispo, y recordó: “Un 26 de enero pasadas las 20, acá cerquita, hace 109 años, Brochero era llevado al cielo”.
El Obispo invitó a los fieles a imaginar al cura en una de sus posibles fotografías, “Brochero pastor montado en la mula por los caminos de las sierras”. Tomando las palabras del padre Antonio Aznar SJ, expresó: “Entre los libros que llevaba cuando fue por San Luis, llevaba el Santo Evangelio. Lo leía, se callaba, meditaba y después predicaba”.
“Leía y se callaba. Evangelio y silencio van configurando el corazón de Brochero pastor que va andando por las sierras. Después predicaba como nadie, decían sus paisanos. Evangelio y silencio en su corazón creyente y misionero”, sostuvo.
“No hay Brochero sin Evangelio en las manos, en los labios, y silencio en el corazón. No hay Brochero sin el silencio que hace posible guardar el Evangelio en el corazón como la Virgen. No existe Brochero sin la predicación del Evangelio muy cerquita de la vida de la gente, compartiendo el pan, el mate, los sudores y las risas”, reflexionó monseñor Araya.
“Brochero conoce el Evangelio, conoce la paternidad, la providencia de Dios que ha enviado a su Hijo para que el mundo se salve”, indicó y añadió: “Conoce el Evangelio, esto significa sigue a Jesucristo, siente que Jesucristo lo llama, que a Él quiere servir, que Cristo lo acompaña. Ese es el único Brochero que existió”.
Asimismo, señaló: porque Brochero sabe de silencio, saborea ese silencio, “es capaz de escuchar todas las voces: la del político liberal, la del borracho, la del leproso, las niñas, las mujeres, la de Guayama y la de su Obispo. Cuando ya ciego no puede ver el rostro de su gente, los conoce por el tono de voz”.
“Evangelio y silencio van haciendo posible la predicación. Por los caminos de las sierras el silencio se llena de Evangelio y el Evangelio hace fecundo ese silencio. El Evangelio ayuda a encontrarnos con el querer de Dios que nos susurra al oído ya veces nos grita: ‘Es por aquí que hay que andar, por acá se endereza el camino que lleva al cielo, por acá se hace camino comunitario, por acá se camina como pueblo’”, insistió el obispo de Cruz del Eje.
“Cuando Brochero estuvo en Córdoba como canónigo predicó Ejercicios Espirituales en Santa Rosa del Rio Primero, Tucumán, Villa del Tránsito y en la cárcel. Los Ejercicios no son patrimonio de Villa Cura Brochero, donde anduvo Brochero anduvieron los ejercicios ignacianos. En septiembre celebraremos los 10 años de la beatificación del Cura y, con la ayuda de Dios, nos juntaremos en peregrinaciones, cabalgatas, misas y rosarios; habrá canciones, bailes, vivas y aplausos. Pero quedará en el aire una pregunta: ¿No será ya tiempo de que todos hagamos ejercicios espirituales? Como cada uno pueda, un día o más, todos los años, así le rendiremos homenaje completo a nuestro cura gaucho.”
Para finalizar recordó una anécdota: ” me decía una hermosa abuela que vive en Villa de Soto: ‘mis primeros Ejercicios Espirituales los hice en la panza de mi mamá, porque estaba embarazada de mí. Después los hice yo. Hubo un tiempo que dejé de hacerlos pero cuando me iba a casar mi madre me dijo: que debía volver a hacerlos’. Se acuerdan que el Padre Aznar contaba que “cada ejercitante contribuía con plata o alguna bolsa de maíz o un animalito, y también con cargas de leña. Los más pudientes remitían carros de zapallos y leña y aún animales de su hacienda”. Todos juntos, diferentes pero tirando para el mismo lado, sin excluir a los pobres. Esos son ejercicios espirituales con gusto a piedad popular, abiertos a todos; cada uno contribuyendo según su capacidad. Estos son los ejercicio brocherianos y así los queremos proponer; así ha de ser una parroquia, así ha de ser la Iglesia, el pueblo y peregrino evangelizador. Pueblo nacido de Dios encarnado en la historia que trasciende toda necesaria expresión institucional. Nosotros somos ese pueblo santo fiel de Dios, entorno al altar. Pidamos que Dios eche su bendición sobre todos nosotros. Muchas gracias. Los esperamos siempre”.