El sábado 6 de mayo se llevó a cabo una Peregrinación diocesana al Santuario de la Virgen del Valle en Catamarca. Más de 450 peregrinos de distintos lugares de la Diócesis de Cruz del Eje viajaron a la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca para participar de la Misa que presidió nuestro Obispo monseñor Ricardo Araya.
En nuestra Diócesis existe una notable devoción a Nuestra Señora del Valle. Su nombre lo lleva una parroquia, un colegio, varias capillas y cientos de grutas y ermitas. Movidos por ese filial amor a la Madre de Dios, más de 450 peregrinos de diversos puntos de la Diócesis llegaron a la Catedral Basílica Santuario de la Pura y Limpia Concepción del Valle de Catamarca para participar de la Santa Misa que presidió nuestro Obispo Ricardo y dar gracias a Dios por el año jubilar que comenzaremos en agosto para celebrar los 60 años de la creación de nuestra Iglesia diocesana.
Monseñor Ricardo había convocado a realizar esta peregrinación en la Asamblea Pastoral diocesana, donde, a manera de gesto significativo, había impuesto una medalla de la Virgen del Valle a los participantes. Se concretó el sábado 6 de mayo con una participación muy importante de peregrinos. Salieron colectivos de Cruz del Eje, Villa de Soto, Serrezuela, Villa de Las Rosas, Villa Dolores y Villa Sarmiento. Algunos después de la Misa en el Santuario, se dirigieron a rezar el rosario en la Gruta de Choya, lugar del hallazgo de la milagrosa imagen de la Virgen.
Monseñor Ricardo agradeció la presencia de tantos peregrinos de la Diócesis y recordó que el Santo Cura Brochero también peregrinó a ese Santuario a agradecer una gracia recibida por intercesión de la Virgen del Valle. “En los testimonios recogidos para la causa de canonización de Brochero, existe uno brindado por Zoraida Recalde, sobrina de Erasmo y criada por el matrimonio Recalde, que para diferenciarla de su tía le decían ‘Zoraidita’. Ella relata que en una oportunidad estando enferma Zoraida Viera, Brochero hizo, juntamente con la familia Recalde, una promesa a la Santísima Virgen del Valle pidiendo por su recuperación. Una vez obtenida la gracia, el Cura y el matrimonio Recalde peregrinaron a Catamarca a cumplir lo prometido” contó el Obispo.
En su homilía el obispo hizo mención al valor del agradecimiento a Dios por las bendiciones que recibimos de su bondad, dijo: “Como decimos en Misa, agradecer es ‘justo y necesario, es nuestro deber y salvación’. El agradecimiento a Dios se manifiesta en los pequeños gestos de agradecimiento sencillo entre nosotros en lo cotidiano de la vida. Al agradecer se multiplica el bien entre nosotros. Agradecemos en Misa y no nos vamos con las manos vacías, nos vamos con el cerrazón lleno de Vida. Nos vamos con la certeza de la Salvación, la inmensa alegría de sentirnos cobijados por Dios, la seguridad de estar protegidos en sus manos. La posibilidad de irnos renovados es una Gracia que Dios concede en este Santuario”.
El Obispo recordó que en la Asamblea diocesana se han definido tres prioridades: los enfermos, los jóvenes y los alejados. Expresó: “Los pobres en nuestra Diócesis son los que están alejados, que viven lejos, olvidados, perdidos, dejados a las orillas. Son los que nadie ve, que no aparecen en los medios de comunicación ni mencionamos en nuestras conversaciones. Algunos conocemos y otros no, pero por todos venimos a rezar”.
Hablando de los jóvenes, invitó a darle espacio, escucharlos y acompañarlos: “Que la Virgen del Valle nos conceda la gracia de cambiar el corazón para darle espacio a los jóvenes, para que ellos nos regalen su entusiasmo, creatividad y esperanza. No solo destinarle un espacio físico, sino también un tiempo acorde al ritmo que tienen sus vidas. Dedicarle un día y un horario acorde a sus necesidades, por ejemplo la Misa de los domingos a la tarde o un momento de adoración al Santísimo”.
“Venimos como pueblo creyente, que celebra la esperanza y vuelve a escuchar el mandamiento del amor. Celebrar la Eucaristía con la vida compartida, nutre nuestra comunión y nos despierta el deseo de la misión. Todos con gusto espiritual de ser pueblo enviado a compartir la alegría del Evangelio. Para eso existen las parroquias, las capillas, las grutas, los colegios y los movimientos. Para anunciar a Jesús con palabras y con obras. El Evangelio es la noticia más hermosa y fascinante que ha podido recibir el mundo y la historia humana. La Palabra de Jesús salva, sana, perdona y llena de esperanza; una esperanza que trasciende lo que vemos y tocamos. Una esperanza que nos orienta hacia el trono de Dios donde Jesús se ha sentado después de su muerte y resurrección. Una esperanza que va más allá del horizonte de lo visible y nos anticipa el cielo. Anunciar el Evangelio en nuestras familias, en las escuelas, en los lugares de trabajo. Que lo anuncien los padres, las madres, los niños, los jóvenes, los abuelos, las abuelas, los educadores, los dirigentes y cada uno en su trabajo. Que lo anuncien los sacerdotes, los diáconos, los obispos, las religiosas y los consagrados. Cada uno según su vocación y que este testimonio haga que los jóvenes se pregunten y respondan por la vocación al matrimonio cristiano, a la vida consagrada y por la posibilidad de ser llamados por Dios al sacerdocio”. Expresó monseñor Ricardo.
Al finalizar, antes de rezar la oración de consagración a la Virgen, el Obispo felicitó a los peregrinos por el esfuerzo que significa llegar hasta allí, dijo: “Decidir venir ha sido ya una confesión de fe, con esto han dicho que creen en Dios y confían en la Virgen. Hacer el viaje ha sido un canto a la esperanza, esa que nos dice que en medio de las dificultades Dios no abandona, que siembre está cerca. Llegar acá es un encuentro de amor, hagamos con Dios y la Virgen”.